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En el complejo mundo de la educación, los educadores desempeñan un papel trascendental en el desarrollo de sus estudiantes. Su influencia va más allá de la simple transmisión de conocimientos, abarcando la formación de valores, el estímulo del pensamiento crítico y el fomento de habilidades sociales. La dedicación y la pasión que invierten en su labor van más allá de las aulas, moldeando la identidad y el crecimiento de los jóvenes, marcando la diferencia en sus vidas. 

La relación entre docente y alumnos/as no solo se limita a la instrucción académica; es un vínculo emocional y formativo. Los maestros actúan como guías, mentores y, en muchos casos, como confidentes. A través de este contacto cercano, pueden identificar las necesidades individuales de cada chico y chica, proporcionando un apoyo personalizado que va más allá del currículo escolar. Este compromiso genuino crea un entorno propicio para el aprendizaje, donde los estudiantes no solo absorben información, sino que también internalizan valores y adquieren las herramientas necesarias para enfrentar los desafíos de la vida. 

Para conocer la visión desde nuestros centros, hemos hablado con Paula Fuster, tutora de la ESO en el Colegio Santa Teresa de Alicante, quien nos habla del papel de las actividades y de la importancia de la observación y escucha de los alumnos y alumnas. 

Paula nos sumerge en su enfoque, donde actividades como excursiones y viajes escolares enriquecen el conocimiento académico, además de servir para revelar capas más profundas de la personalidad de los jóvenes. Estas convivencias también son una oportunidad para la cohesión grupal en la construcción de un entorno educativo positivo.

La adolescencia, una fase crucial, demanda una guía sensible. Paula comparte cómo, en su papel de mediadora, se convierte en testigo de los cambios significativos que experimentan, actuando como un puente de entendimiento entre ellos. 

Por otro lado, subraya la esencial labor de brindar acompañamiento, escucha activa y apoyo a los estudiantes, asegurando un ambiente en el que se sientan respaldados y bien atendidos.

En conclusión, la importancia de los educadores en el desarrollo de su alumnado no se limita a la transmisión de conocimientos académicos, sino que se extiende a la formación integral de la persona. Su influencia trasciende las aulas, dejando una impronta profunda en la identidad y crecimiento de los jóvenes.